Orientaciones estudiantes extranjeros

Dejar atrás una historia de vida, barrios, amigos y familiares para partir tras un anhelo; dejar colores, sabores y aromas conocidos y amados; aprender y reaprender nuevas formas, nuevos encuentros, nuevos vínculos y esperanzas; avanzar hacia lo desconocido para construir un proyecto de vida a pesar de los temores y la incertidumbre; y por otra parte adentrarse en un mundo nuevo que a veces resulta acogedor y otras hostil, que funciona de acuerdo a costumbres y códigos difíciles de descifrar, miradas, gestos y palabras que expresan sentimientos inciertos. Estos son solo algunos de los elementos que acompañan la compleja decisión de migrar a otro país.

Efectivamente, si bien la decisión de vivir en otro país la mayoría de las veces está inspirada en la esperanza de un futuro mejor, migrar implica también exponerse a diversas dificultades, incluidas posibles situaciones de discriminación, segregación, barreras para el ejercicio de derechos individuales y sociales, e incluso xenofobia y racismo por parte de la sociedad de acogida. En este contexto, el Estado cumple el rol fundamental de construir condiciones que hagan posible la inclusión efectiva de las y los extranjeros que eligen hacer su vida en nuestro país, garantizando sus derechos de acuerdo a nuestro ordenamiento jurídico y favoreciendo una vinculación social armónica con las otras poblaciones que habitan nuestro territorio.

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